Influencias astrales y el niño

Influencias Astrales y le Niño
Voy a traer un fragmento del libro "El enigma de la Mano" de Madame A. DE THEBES, una clarividente francesa (1910) con un conjunto de conocimientos, de hechos, de observaciones sabiamente estudiados. Tal vez despierte más de una duda o responderá más de una.

Se ha explicado de este modo las comunicaciones magnéticas de la tierra con los astros:

En los espacios, sobre los bosques, por encima de las fuentes, sobre las montañas y sobre las olas del mar, según los temperamentos a los cuales deben aportar un día sus diversas influencias, planean o ruedan moléculas que tienden a reunirse para completarse y alcanzar a la existencia de átomos que tratan de reunirse para conquistar la vida.

Ley de la naturaleza en el mundo y fuera del mundo

Seguir con atención.

Estás moléculas, estos átomos nadan y se mueven bajo formas imperfectas en la luz astral y se introducen en las entrañas de la mujer desde el instante del enervamiento ocasionado por la superabundancia de esta luz en el momento de la generación.

Allí se juntan y se perfeccionan con la ayuda de la corriente astral que, estando en comunicación directa con la mujer durante el tiempo de su embarazo, le prestan estos apetitos extraños, esa segunda vista entre los espíritus místicos y esos deseos violentos e irregulares que se juzgan inexplicables.

Ahí  es en donde esos átomos o moléculas adquieren lo que los antiguos llamaban «cortese», corteza, el cuerpo que reúne de este modo el cuerpo sideral a la materia, para recibir a su llegada a este mundo, la «mens», el espíritu, la llama divina que no podrá morir jamás.

Paracelso pretende que la luz astral atraída, absorbida magnéticamente por el cuerpo humano en el momento de la concepción, es la primera envoltura del alma, y que ella forma, combinándose con los fluidos más sutiles, el cuerpo etéreo o fantasma sideral.

De este modo, los antiguos astrólogos, cuando hacían el horóscopo de un recién nacido, tomaban más en cuenta el momento de la concepción que el del nacimiento, puesto que esta luz astral, condensando las moléculas de que estamos formados, las lleva al seno de la madre. Por consiguiente, el astro que a esa hora brilla en el cielo con mayor fuerza, dará toda su potencia al niño.

¿Por qué los astros, que tienen una influencia magnética sobre nuestro planeta, no habían de tener una igual sobre los seres vivos que se hallan sobre su superficie?

El hombre, debe en parte, al magnetismo terrestre sideral su temperamento, la tonalidad fundamental de su armonía orgánica y la razón de las discordancias que existen en sus facultades y en sus instintos.

Raimundo Lulio dice al comienzo de su teoría de testamento: «El principio primordial de las cosas universales es una naturaleza que Dios creó de la nada, o substancia pura» «De esta substancia, dividida en tres partes, según su esencia proveniente de lo puro, Dios hizo los ángeles y el cielo empíreo, quienes participan del alma pura» «De la segunda parte, hizo el cielo o firmamento, comprendiendo las estrellas y todos los planetas» «De la tercera parte, que era menos pura, Dios hizo el mundo»

Dicen los alquimistas

El creador, hizo ciertos seres como los ángeles de un solo elemento, el más valioso, el más exquisito: el Fuego puro. Formado de este elemento puro e infinitamente sutil que no tiene verdadero principio, salvo su creador, el Ángel es impasible, es decir, que no bebe, no come, no duerme y no muere.

También este elemento único de calidad simple no puede ser ni corrompido ni reproductor, porque su naturaleza es incorruptible y la reproducción necesita siempre poner en juego numerosos elementos.

Según la misma teoría alquimista, el sol, la luna y las estrellas han sido creados de la composición del fuego y del aire; el firmamento de la combinación del aire y agua; y los planetas o astros errantes, de una mezcla del aire, agua y fuego.

La tierra es el cuerpo del agua y, de la tierra, nace el hombre que pide prestada su armazón a nuestro globo y se encuentra por los efluvios magnéticos de la atmófera, impregnado del agua y del aire del firmamento, del fuego y del aire de las estrellas y de la mezcla aire, agua y fuego de los planetas.

El que está formado por Dios de una sola esencia no podría morir – agregan los alquimistas – y el hombre, además de las influencias siderales que sufre, ha recibido del Creador el soplo vital del Fuego puro. Hay en él, un nacimiento inmoral que lo hace el hermano menor del Angel y permite comprender la palabra de Cristo a sus apóstoles: «No está escrito: Nosotros somos Dioses»

Crédito de la imagen: deniedart / foter / CC BY

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